Neverwhere by Neil Gaiman

Neverwhere by Neil Gaiman

autor:Neil Gaiman [Gaiman, Neil]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1996-10-01T04:00:00+00:00


ÁNGELES EN INGLATERRA.

UNA EXPOSICIÓN EN EL MUSEO BRITÁNICO.

Patrocinada por Stocktons PLC.

Cruzaron el pasillo y entraron por una puerta abierta en una sala grande en la que se estaba celebrando una fiesta.

Había un cuarteto de cuerda tocando, y varios camareros le proporcionaban comida y bebida a una sala llena de gente bien vestida. Había un estrado pequeño en un rincón de la sala, con un podio encima, junto a una cortina alta.

La sala estaba completamente llena de ángeles.

Había estatuas de ángeles en pedestales diminutos. Había cuadros de ángeles en las paredes. Había frescos de ángeles. Había ángeles enormes y otros diminutos, ángeles tiesos y otros afables, ángeles con alas y aureolas y ángeles sin ninguna de las dos cosas, ángeles guerreros y también pacíficos. Había ángeles modernos y los había clásicos. Cientos y cientos de ángeles de todos los tamaños y de todas las formas. Ángeles occidentales, de Oriente Medio, del Éste. Ángeles de Miguel Ángel. Ángeles de Joel Peter Witkin, ángeles de Picasso, ángeles de Warhol. La colección de ángeles del Sr. Stockton estaba hecha «sin criterio hasta el punto de rozar la baja calidad, pero no había duda de que impresionaba por su eclecticismo». (Time Out).

—¿Pensarías —preguntó Richard—, que estoy siendo quisquilloso si señalara que intentar encontrar algo con un ángel aquí dentro va a ser como intentar encontrar una aguja en…? ¡Dios mío, es Jessica! —Richard sintió cómo perdía el color de la cara. Hasta ahora había pensado que aquello no era más que una forma de hablar. No había creído que verdaderamente ocurría en la vida real.

—¿Alguien que conocías? —preguntó Puerta.

Richard asintió.

—Era mi… bueno… íbamos a casarnos. Hemos estado juntos un par de años. Estaba conmigo cuando te encontré. Era la del… la que dejó aquel mensaje. En el contestador automático.

Señaló al otro lado de la sala: Jessica estaba conversando animadamente con Sir Andrew Lloyd Webber, Bob Geldof y un caballero con gafas que tenía todo el aspecto de ser un Saatchi. Cada pocos minutos Jessica comprobaba la hora y dirigía la mirada hacia la puerta.

—¿Ella? —dijo Puerta, reconociendo a la mujer. Entonces, sintiendo que obviamente debería decir algo agradable sobre alguien que Richard había querido, dijo—: vaya, está muy… —e hizo una pausa y pensó y luego dijo—… limpia.

Richard se quedó mirando al otro lado de la sala.

—¿Estará… le va a disgustar que estemos aquí?

—Lo dudo —dijo Puerta—: Francamente, a menos que hagas algo estúpido, como hablar con ella, es probable que ni se fije en ti —entonces, con más entusiasmo, dijo—: ¡comida! —se lanzó sobre los canapés como una niña con la nariz tiznada y vestida con una chaqueta de cuero demasiado grande que llevara bastante tiempo sin comer como es debido. De inmediato, se atiborró la boca de enormes cantidades de comida, la masticó y la engulló, mientras que, al mismo tiempo, envolvía los bocadillos más sustanciosos en servilletas de papel y se los metía en los bolsillos. Luego, con un plato de papel lleno hasta arriba de patas de pollo, rodajas de melón,



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